¡QUÉ HERMOSA ES MI OCAÑA!
Yo fui y volví
me alejé como el viejo de la infancia,
como el invierno del verano,
como la noche oscura
al relumbrar el alba.
Yo emprendí el largo viaje en la penumbra
y ciegamente entre las luces se opacó el sol.
Yo fui y volví
a buscar mi Ocaña legendaria
a esa casa solariega
llena de recuerdos de papá y mamá.
Yo fui y volví
y encontré a mi amada en la montaña
en calidad de novia enamorada
esperando al amor de sus días.
La abandoné en las sombras
la abandoné en el jornal
he regresado feliz a buscarla
y ella tal una fiel esposa
me recibió entre sus brazos
me cubrió de caricias, de amor y paz.
¡Qué hermosa es mi Ocaña!
Tierra de bardos,
gente noble y gallarda
hecha historia y leyenda con las pisadas de Antón.
¡Qué hermosa es mi Ocaña!
Donde conocí el amor de mis padres
y el de una anciana abuela
pero que hoy no están.
La muerte arrasó con la fragancia
y la delicada alma del jardín florido
donde el colibrí vistió de pasión
Su verde y colosal instinto.
Vino una sombra y desoló la casa
y huyó con lo más sagrado de aquel huerto
de un zarpazo destruyó mis días
donde viví feliz con mis dos viejos.
Donde jugué de niño
con un gato y con un perro
donde con mis hermanos
rasgué las horas al tiempo.
Ya se ocultó el sol
sólo quedó el recuerdo
esperaré salir la aurora
por las praderas de otrora
rescatando el ayer muerto
¡Que hermosa es Ocaña!
Volveré a verla de nuevo
para abrazar a mi padre
y darle a mi mamá un beso.
Abrazar mis hermanos en la cuna
tal si retirara el sugestivo sueño
y escaparme por la infancia a la cañada
y ver la hermosa luna que sonrojó mi rostro.
¡Qué hermosa es mi Ocaña!
Donde crecí con tavo y toño
con carmito, cheche, lalo, güicho, Moncho, cate y beto.
Con ellos tomé chicha y tomé guarapo
y hasta café negro.
Me subí a los barbatuscos
para acercarme al cielo
y poder ver desde lo alto
como lo hace el lucero.
Miré de cerca la luna
y quise robarle un beso
ella evadió mi rostro
y turbó mi pensamiento.
Voy a mi casa y vengo
pero todo en realidad se ha ido
ya todo es un sueño.
Me pregunto si aún el mango estará vivo
o consumido por el hacha del hachero.
Voy a contemplar las flores
del jardín florido
en virtud de que mi amada madre
en su infalible estío
esté podando el rosal
o abonando el huerto.
YA NO ESTÁS…
¡Niña! Ya no estás
y he decidido dibujar sobre el estadio de tus días
el frío espantoso de tu infamia.
Ya no estás,
las sombras de la traición
raptaron tu simiente de mi cuerpo,
rasgando el imperio de tus besos.
Ya no estás,
porque tu piel palpita entre mi sangre
y una amarga pena
se entreteje entre mis huesos.
Ya no estás…
Y tú, que has mirado con pedantes ojos
hasta los pasos invisibles de la muerte,
¡No lo olvides!
Que desde el sepulcro te cautiva
y en su estéril escultura
sólo un cadáver quedará de tus encantos.
Ya no estás…
y cuando bajen mi cuerpo a la fosa oscura del olvido
no veré tu belleza entre los huesos,
sólo horribles gusanos comiéndose las carnes
de unos seres vanidosos reducidos a esqueletos.
Ya no estás, ya no estás, ya no estás…
y tú también muerte ¡vete!
No te acerques
aún sigo podando las fragantes plantas en mi huerto,
tu presencia desgarra mis pupilas
sobre la antorcha de la aterradora fosa.
Ya no estás,
pero júrame ¡oh! muerte
que estarás despierta en la longevidad de mis días
asechando mi espíritu tras la nívea pureza de la vida…
Déjame dibujar sobre el estadio de mis días
el frío espantoso de la infamia.
Ya no estás
y aunque hoy mezclando el vano orgullo con mis penas,
siento tus labios rojos
acariciando mis sueños…
UNA NOCHE MÁS.
Regresan tus pasos
a seducir las demenciales cabalgatas del amor
me amparo en la luz
y tú persistes con tus labios rojos
arrebatar mis trajinadas pisadas de la muerte.
Quiero fugarme de ti, pero no puedo,
estas ahí
quieres recorrer conmigo
las avenidas de tu cuerpo
en el frenético automóvil de mis sueños.
Atravesar la ciudad
sintiendo mi piel moverse
a la velocidad de los años
que roban mis días.
Ser en mí ser la gota de hiel
que calma la sed de niña enamorada
sin dejar de conducir
la fantasía que quema
las espaciosas noches cargadas de recuerdos.
Una noche más, un viaje más
el poeta en su coche
andando en sus sueños…
Labios de gitana; ven sube a mi cuerpo
despierta las sutiles noches
que en mi alma anidan
a la espera de tu suave aliento.
Quiero recorrer contigo
las avenidas de tu cuerpo
en el frenético automóvil de mis sueños
sin dejar de conducir
la fantasía que quema
las espaciosas noches
saturadas de recuerdos.