viernes, 17 de diciembre de 2010

VIVENCIAS DORADAS

HOMENAJE AL ARTE
Desde los rayos solares que queman nuestra piel,
hasta el sensato pensamiento del filósofo,
corre silencioso el sentimiento
creando formas la imaginación.

La noche muere en sutil aurora
y trasciende en piedra esculpida el sentimiento.

Tú, imagen real e ideal,
engendrada de la realidad y del espíritu,
insípida falleces
ante las miradas del ingenuo.

Ahí estás, inteligente, volátil, sensual, erótica
Oh fantasía divina,
emerges de mi espíritu en símbolo apreciado.
Ya vives, he reaccionado
y aunque no tienes necesariamente que ser hermosa,
reacciono ante tí
porque un pintor hizo que me agradaras a la vista,
porque un músico endulzó mi corazón
y sus notas musicales embriagaron mis oídos,
porque un escultor me permitió mirarte,
abrazar tu cuerpo e invadirme de placer.
He reaccionado ante tí,
porque un poeta escribió unos versos
y mi alma sensible se emocionó.


EL ALMA Y EL MONSTRUO
En mi alma vivió un monstruo.
Era astuto,
rey y señor de mi destino
hasta las puertas de la locura
y de la muerte.

Fue mi compañero en la miseria,
sembró en mi hogar el llanto,
el dolor y la amargura,
fue el ciclón que arrebató el amor
y el respeto por la vida.

Me llevó al infierno en el delirio,
y lloré cuando me ahorcó Satanás.
A ese amigo
le fui infiel al despertar.

Desperté y vi mi alma danzar
con la muerte en la laguna;
ahí estaba el monstruo,
feliz dominaba mis instintos.

Recordé a Sócrates,
e iluminé el alma divina
para dominar el cuerpo.
El monstruo vive,
el poder celestial lo durmió en mi estómago
y no despertará jamás,  
porque nunca volveré al pasado.


VIVENCIAS DORADAS
La vida es preciosa
cuando nuestras huellas
conducen las sombras a la luz.

El hombre que trasciende
es aquel cuyo espíritu vibra
en el espacio
y en sus sueños se embriaga
con el éxtasis del Cielo.

Es vana la vida
si al llegar la muerte,
mi espíritu aún reposa
en el cadáver maldito.


AÑORANZA
Viajé a mi niñez y regresé afligido;
el pueblo silencioso, oculto en la neblina
y cuyo clima enaltecía su estirpe fue arrasado.

No encontré la calabá, ni el cacho corrido,
ni la correa escondida. Ya no embriagan corazones
las cuerdas del tiple o la guitarra,
ya no ruge el Algodonal.

Encementaron el Panche  y no cantan las aguas en Junín;
cubrieron las calles y ahogaron el trompo, el ciéntaro y la raya.
Los niños no cantan los elefantes,
el puente está quebrado, ni el arroz con leche.

Los peces murieron en el Tejo, no lo visitan los canarios,
ni los toches, ni los azulejos,  ni las golondrinas.
Predomina el buitre

Ya no brota la chorrera donde solíamos pasear;
donde hacíamos cochas y turrones;      
donde vivían los barbatuscos y el arrayán.

Tampoco se escuchan las voces
de Hernán, Mariano, Julio, o Luís;
ya no suben al campo
con sus escopetas y perros a cazar.

Emprendieron el vuelo las garzas
y el cemento no les permitió volver,
ya no hay Panche ; sino lagos;
lagos de piedra y cemento
donde no habitan los sapos,
ni cantan los grillos,
ni se oye, cloa, cloa, cloa…




Antagonismo

Es tu corazón delicado
como un pétalo de rosa
y yo hiriente
como el aguijón
que ampolla tu alma.

Es tu boca enamorada
una suculenta breva
irradiante de amor;
de allí emanas paz
y tus palabras
alientan mi espíritu.

tu boca es un encanto;
un dulce manjar,
y yo soy la niebla
que oscurece tu camino
y a pleno día
ando como en la penumbrosa noche.

eres dulce como el néctar
de la caña
y yo amargo como esa fruta
que afligió tu rostro.


Amor Marchito
Flor humana, dulce y delicada,
tus pétalos fragantes
sedujeron al jardinero humilde.

Fuiste planta especial de mi jardín,
abonada por mi demente alma
y regada por las nubes de mi ser.

El tiempo acabó con tu frescura,
como recuerdo de tus espinas quedan
fisuras marcadas en mis manos,
huerto incinerado de tu rosa queda,
las cenizas esparcidas por el viento.


Inspiración
Abrazan los rayos ardientes
la fuente perfumada de la aurora
brotando el rocío de tu seno
cómo vuela el sentimiento del poeta.

Eres mi traviesa juguetona
consuelo de mis días desolados,
eres el nido de mis pasiones enredadas
cual diluvio que mis penas arrasa.

Siempre esperé en el horizonte
de mis días,
ver venir tus olas de niña
a explorar mi torrentoso océano.


Luna
Apaciblemente acarició mi capa,
su compañía radiante despejó el camino,
sollozaba resplandeciendo en llamas
su tibio despertar.

Me embriagó
bailando hasta el alba,
otra estrella abrigó mi cuerpo.

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